Pero no fue así. Solo hizo falta ver de nuevo sus dos inmensos ojos y una sonrisa maravillosa, para saber que no había pasado el tiempo. Rápidamente me contagié de la alegría que siempre irradiaba y que sigue intacta, del cierto toque de locura controlada, y de una energía casi desbordada, que parece que ha aumentado por la felicidad que dan un hijo y un marido maravillosos, y que antes regalaba a todo el que estaba cerca suya.
Quince años no es nada, por supuesto que no, al contrario, casi se puede decir que es el principio de una vida. No hace falta añorar el pasado. Hace quince años, todos comenzábamos una nueva etapa, en la que encontramos grandes amigos, de los que sabes que aunque pasen los años cuando los veas, te abrazarás a ellos como si fuese el último día de tu vida. De los que con el paso del tiempo sabes que con solo una llamada podrás contar con ellos. Quince años no es nada, por supuesto que no, ni una vida suficiente para la amistad verdadera.
PD; me quedo de canguro sin problema...