jueves, 21 de mayo de 2009

Volver

Hacía tiempo que deseaba volver a mi tierra. Tenía ganas de disfrutar de tantas cosas, que a veces esas ganas se volvían en mi contra, arrastrándome a un torbellino de emociones que hacía que la sensanción de bienestar fuese tornándose en melancolía y en ocasiones, hasta en deseos enfermizos.
Ahora puedo volver a tener la dicha de poder pasear por la orilla de una playa que, cuando está aún humeda, entierra tus pies en esa arena, relajándote con cada paso que das. Sentir el viento de levante o poniente en la playa y que haga que impregne de olor a sal tu piel y las telas de tu ropa, llevándote el aroma que nunca dejé de percibir, aunque estuviese en la lejanía. Ver enrojecerse en cielo, y un sol que no quiere desaparecer tras las últimas olas de la mar. El color plateado del agua cuando refleja el sol, o cuando la luna ilumina esa misma marea en la oscuridad de la noche.
Pasear y pasear, respirar un aire no tan viciado, tener otro ritmo de vida diferente, no depender de nadie, disfrutar de un vaso de vino o un café en una terraza, minucias que hacen que se conviertan en un tu interior en cosas grandes, que sin saberlo, te van dando la vida, esa que casi se puede llegar a perder por la falta de esos pequeños detalles.