jueves, 21 de mayo de 2009

Volver

Hacía tiempo que deseaba volver a mi tierra. Tenía ganas de disfrutar de tantas cosas, que a veces esas ganas se volvían en mi contra, arrastrándome a un torbellino de emociones que hacía que la sensanción de bienestar fuese tornándose en melancolía y en ocasiones, hasta en deseos enfermizos.
Ahora puedo volver a tener la dicha de poder pasear por la orilla de una playa que, cuando está aún humeda, entierra tus pies en esa arena, relajándote con cada paso que das. Sentir el viento de levante o poniente en la playa y que haga que impregne de olor a sal tu piel y las telas de tu ropa, llevándote el aroma que nunca dejé de percibir, aunque estuviese en la lejanía. Ver enrojecerse en cielo, y un sol que no quiere desaparecer tras las últimas olas de la mar. El color plateado del agua cuando refleja el sol, o cuando la luna ilumina esa misma marea en la oscuridad de la noche.
Pasear y pasear, respirar un aire no tan viciado, tener otro ritmo de vida diferente, no depender de nadie, disfrutar de un vaso de vino o un café en una terraza, minucias que hacen que se conviertan en un tu interior en cosas grandes, que sin saberlo, te van dando la vida, esa que casi se puede llegar a perder por la falta de esos pequeños detalles.

martes, 13 de enero de 2009

Insensible

Creo que la edad te está haciendo insensible...,esa frase lapidaria me la dijeron no hace mucho. Yo, para variar, lo debatí y rebatí hasta la saciedad. La edad no me está haciendo insensible, creo que el paso del tiempo, las experiencias y sobre todo, lo que la sociedad te devuelve de una u otra manera, hace, si eres capaz de aprovecharlo, que seas capaz de madurar, ir acorde con tu edad y distiguir las cosas que de verdad tienen importancia de las que no tienen el más mínimo interés.
Es posible que todos no seamos capaces de aprovechar esas vivencias de igual manera. O quizás, no todos tenemos la misma escala de valores a la que aplicar esos conocimientos empíricos, aprendidos como se aprendía en la lejanía de los tiempos, basándonos en el error-castigo, acierto-premio, manteniendo así el más animal de nuestros instintos.
Demasiado tenemos ya en el día a día, sin buscar nada, como para perder el tiempo en enfadarnos porque la mañana ha amanecido lluviosa, o el cristal del coche no se desempaña, o el vecino no te ha saludado...todo tiene la importancia que queramos darle. Las personas, las cosas son lo importante que nosotros queramos que sean. Hace tiempo que dejé apartado de mi lista de prioridades el perder el tiempo con ese tipo de cosas. Prefiero ver el vaso medio lleno al medio vacío, a la niña que sonrie antes que al vecino cascarrabias, al suave y penetrante olor de la lluvia antes que el estropicio de no poder colgar un lavado...
Espero que si alguna vez cambio de verdad, que sea para convertirme en una buena persona, y que no sea insensible, que me sigan emocionando las cosas que tengo en mi escala de valores.